Los pueblos en todo el mundo han
desarrollado una cosmovisión; es decir, que no existe cultura que no posea una
concepción de su realidad y que de acuerdo a ella viva, “viendo” y dejando de
“ver” determinados aspectos que responden a sus inquietudes, intereses y
necesidades.
Esta manera de ver e interpretar el
mundo, denominada “cosmovisión”, se ha desarrollado por medio de un prolongado
proceso de interacciones continuas entre el ser humano, la colectividad y el
medio natural. Como cada grupo
humano y medio natural posee peculiaridades y particularidades que las
diferencian unas de otras; el resultado de sus interacciones resulta divergente
y/o diferente, lo cual incide en el semblante o la concepción del mundo que
cada una de las culturas posee.
En los pueblos precolombinos de
América el desarrollo de su cosmovisión estuvo vinculado con la naturaleza, incluyéndose
en ella a los seres humanos y a las deidades.
Era un mundo de religiosidad
panteísta, puesto que todo en él era sagrado. Todo contenía una deidad
incluyendo al ser humano y a la naturaleza. Era un mundo panculturalista porque
todos los seres que residían dentro de esta comunidad tenían culturas
equivalentes entre los humanos y naturaleza aprendían de otros y enseñaban a
los otros.
La cosmovisión de estos pueblos ancestrales se
constituía en un continuo acontecer, era un mundo en el que se daba, en el que
no importaban tanto los hechos como el flujo de la vida. Era un mundo de
diversidad, de equivalencia de los heterogéneos, un mundo de armonía, por eso se complementaba en la responsabilidad de criar la
armonía del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario